Desde el comienzo el 7 de octubre de una escalada de la violencia sin precedentes, la vida en Gaza es un sin vivir. Las familias han sido desplazadas de sus hogares con poco más que la ropa puesta que llevaban.
Con la hambruna acechando, desplazados y hambrientos, los padres y las madres gacetíes se encuentran ante la imposible tarea de procurar seguridad y alimentos a sus hijos en medio de tanta violencia e incertidumbre.
El colegio se ha convertido en poco más que un vago recuerdo para muchos de niños, ya que muchas escuelas han sido destruidas o convertidas en los tan necesitados refugios.
En medio de todo este trastorno, niños como Mariam sienten que su infancia se les está escapando:
“Tengo la sensación de haber envejecido más años que los que tengo” nos cuenta esta niña de 10 años. “Mi familia y yo estamos viviendo los peores días de nuestras vidas por el miedo, el terror, la inseguridad, el frío, el hambre y la sed. Nunca nos imaginamos que viviríamos días así. Nos han robado nuestra infancia entera y nuestro derecho a vivir una vida segura.”
Desafortunadamente, esta no es la primera vez Mariam presencia ataques y bombardeos. Sin embargo, nunca antes había vivido estos niveles de violencia.
Más de 33.000 personas han sido asesinadas en Gaza desde octubre, incluyendo a más de 14.000 niños. Más de 200 trabajadores humanitarios han muerto, además de médicos y periodistas. Las fuerzas israelíes han matado a padres que intentaban llegar a los camiones de ayuda humanitaria para conseguir algo con lo que alimentar a sus familias. Mientras, el número de muertos por hambre en Gaza continúa subiendo, con numerosos casos de niños muriendo por desnutrición y deshidratación.
Más de 75.600 personas han resultado heridas, mientras que más de 7.000 continúan desaparecidas, según las autoridades locales.
Tras más de 180 días de bombardeos, hospitales, hogares e infraestructura vital han quedado reducidos a nada más que escombros. Barrios enteros son ahora inhabitables e irreconocibles. El nivel de destrucción es difícil de asimilar y continuará empeorando si no se produce un alto al fuego.