En abril de 2023, estalló la guerra en Sudán, destrozando vidas, desplazando a millones y dejando un rastro de devastación.
Para Mubarak Malik Abu Baker Mohammed, miembro del personal de Islamic Relief, el conflicto ha sido un ciclo implacable de desplazamiento, peligro y miedo, pero también de un compromiso humanitario inquebrantable.
Su historia no es solo la suya. Refleja el sufrimiento de millones de civiles sudaneses atrapados en el fuego cruzado de una guerra brutal, una guerra que incluso se ha cobrado la vida de quienes se dedicaban a ayudar a los demás.
Una vida arrancada por la guerra
Mubarak se unió a Islamic Relief Worldwide durante el Ramadán de 2023, apenas unos días antes de que comenzara el conflicto. Estaba asignado en Dilling y apenas había empezado su labor cuando estalló la violencia.
“Al final del Ramadán, comenzó la guerra,” recuerda.
Lo que siguió fue una serie de desplazamientos forzados: primero a El Obeid, luego a Sennar, después a Gedaref y finalmente al estado del Nilo Azul.
“Me he trasladado a casi todas las oficinas de Islamic Relief, excepto a Puerto Sudán,” dice.
Cada traslado fue una huida desesperada de milicias, saqueadores y hombres armados. Las carreteras estaban llenas de controles armados; los pueblos, sitiados. En Sennar, la oficina de Islamic Relief incluso fue atacada.
“La carretera de El Obeid a Sennar estaba llena de puestos de control y robos,” recuerda Mubarak. “Me robaron mi computadora portátil y mis pertenencias allí.”
Sin embargo, incluso ante la pérdida personal, reconoce una verdad dolorosa:
“Cuando ves cómo sufren los demás, lo tuyo parece normal. Si pierdes tus cosas, siempre encontrarás a alguien que lo ha perdido todo.”
La muerte de un héroe
La guerra no solo ha desplazado a millones, sino que también ha matado a trabajadores humanitarios, voluntarios y civiles inocentes. Entre ellos estaba Izzeldin Mohamed Juma, un querido miembro de la familia de Islamic Relief.
A sus 49 años, Izzeldin había dedicado toda su vida a servir a los demás. Durante más de 30 años trabajó con Islamic Relief, primero como guardia de seguridad y luego como recepcionista, siempre asegurando el bienestar del personal y de las personas a las que servía.
El 11 de marzo de 2024, hombres armados atacaron y saquearon su casa en Jebel Aulia, Jartum. Izzeldin fue asesinado mientras intentaba proteger a su familia.
Su muerte es una pérdida devastadora, no solo para Islamic Relief, sino para las innumerables personas a las que ayudó durante más de tres décadas de servicio. Es un recordatorio escalofriante del peligro que enfrentan los trabajadores humanitarios y las familias comunes todos los días en Sudán.
“Este es el miedo con el que todos vivimos,” dice Mubarak. “Cada día nos preguntamos si llegaremos a casa. Cada día escuchamos de otro colega, otro amigo, que ha sido asesinado o desplazado. Pero seguimos trabajando porque la gente nos necesita.”
Un pueblo olvidado
La guerra en Sudán ha creado una de las peores crisis humanitarias del mundo. Más de 12 millones de personas han sido desplazadas, y 30,4 millones necesitan ayuda humanitaria. Se ha declarado hambruna en varias regiones, y más de 25 millones enfrentan inseguridad alimentaria aguda. El hambre es generalizado, el sistema de salud ha colapsado, y ciudades enteras han sido saqueadas e incendiadas.
Mubarak lo vivió de primera mano en Dilling, una ciudad rodeada por grupos armados que atacan a los civiles que huyen. “Los mercados fueron saqueados. Los bancos fueron saqueados. En esa situación, estamos trabajando,” cuenta.
A pesar de la extrema inseguridad, Islamic Relief ha mantenido su presencia en muchas zonas de alto riesgo, entregando alimentos, medicinas, refugio y asistencia en efectivo a las familias desplazadas.
“Cuando das ayuda y ves la felicidad en los rostros de las personas desplazadas, te sientes satisfecho,” dice Mubarak.
Pero las necesidades son abrumadoras. La escasez de fondos ha obligado a muchas agencias a recortar programas críticos, dejando a millones sin apoyo.
Por qué Islamic Relief se queda y por qué importa
A pesar del peligro, el personal de Islamic Relief continúa su labor. Para Mubarak, la razón es sencilla:
“La organización tiene muchos servicios que ofrecer, y eso es lo que nos hizo quedarnos tanto tiempo, a pesar del sufrimiento.”
En lugares como Kordofán Occidental, Kordofán del Norte y Darfur Central –ahora zonas activas de guerra– los equipos de Islamic Relief operan bajo un riesgo extremo, asegurando que la ayuda llegue a quienes más la necesitan.
Pero mientras la guerra entra en su tercer año, el mundo continúa ignorando la crisis. El agotamiento de los donantes y otras crisis globales amenazan con dejar al pueblo sudanés en el olvido.
No debemos mirar hacia otro lado
Años de guerra han destrozado Sudán. Familias caminan durante días para escapar de la violencia. Los niños pasan hambre. Los hospitales, sin suministros, rechazan a los enfermos y heridos.
La historia de Mubarak y el sacrificio de Izzeldin son testimonio tanto de los horrores de esta guerra como de la fuerza de quienes se niegan a rendirse. “Soy un ejemplo de los colegas afectados por la guerra que han vivido estos tiempos difíciles,” dice Mubarak. “Todo el personal de Islamic Relief en Sudán ha sufrido y tiene historias que podrían ser casos de estudio.”
Al marcar este triste aniversario, debemos preguntarnos: ¿seguirá el mundo mirando hacia otro lado?
Islamic Relief sigue en la primera línea, pero no puede hacerlo solo. Sudán necesita financiación urgente, acceso para las agencias de ayuda y, sobre todo, una paz duradera.
El pueblo de Sudán ya ha soportado demasiado. Merecen algo más que silencio.
Islamic Relief trabaja en Sudán desde 1984, brindando ayuda de emergencia, atención médica, alimentos y refugio a comunidades vulnerables.