Incapaz de encontrar comida para sus hijos o la mascota de su familia, un trabajador humanitario de Islamic Relief* describe el desgarrador agotamiento de la vida de los civiles en Gaza, donde incluso jugar a la rayuela significa arriesgarse a morir.
Estos días desde mi último blog han sido muy duros. Mientras escribo puedo escuchar de fondo el incesante sonido de los bombardeos.
Seguimos viviendo la misma situación trágica, rodeados de muerte y miedo. Veo fotografías de familias destrozadas, de casas demolidas, de hombres tomados como rehenes, de personas desarraigadas de sus hogares y de niños muertos.
Estoy tratando de pensar en alguna forma posible de salvar a mi familia, pero no veo esperanza. No hay luz al final de esta oscuridad.
Quiero salir de Gaza lo antes posible. Pero no tengo doble nacionalidad. Ningún estado quiere salvarme a mí ni a mi familia. Ningún país del mundo nos aceptaría como refugiados. A nadie le importan los palestinos en Gaza.