Siete años después del éxodo masivo de población rohingya que huía de la violencia y la persecución en Myanmar, muchas familias todavía necesitan desesperadamente ayuda y protección.
Nuevos informes de ataques contra comunidades rohingya dentro de Myanmar son un crudo recordatorio del peligro actual para los civiles allí. En las últimas semanas ha habido ataques casi diarios contra aldeas en el estado de Rakhine y más de 300 personas han muerto en una serie de ataques con drones en la ciudad de Maungdaw. Miles de personas han sido desplazadas y muchas de ellas intentan nuevamente huir a Bangladesh y otros países para escapar de la violencia.
Actualmente hay registrados en Bangladesh casi un millón de refugiados rohingya, la mayoría de los cuales viven en campamentos superpoblados. La financiación internacional para la respuesta a los refugiados se ha agotado a lo largo de los años, lo que ha provocado escasez de servicios básicos como agua, alimentos y educación. Dentro de los campamentos, la gente sigue enfrentándose a peligros como los incendios, que se propagan rápidamente entre las estructuras endebles y densamente pobladas, y el aumento de la delincuencia debido a que la juventud está atrapada en un ciclo de pobreza y desempleo. Alrededor de medio millón de niños rohingya crecen en estos campamentos y muchos no van a la escuela y carecen de esperanza para el futuro.